Eché a mi exmarido de mi casa. ¿Hice bien?

Un inesperado hallazgo o una agradable sorpresa tienen el poder de transformar un día común en una auténtica celebración. Independientemente del valor material de lo encontrado, lo esencial radica en que dicho regalo del destino sea precisamente lo que alguien necesitaba en ese preciso momento.

A menudo, escuchamos relatos sobre cómo el universo nos brinda regalos inesperados de diversas formas, y nos asombran las numerosas coincidencias agradables que se manifiestan en la vida de prácticamente todas las personas.

Decidí expulsar a mi exmarido de la casa en el año 2017, y cada día me atormentaba la duda: ¿Habré exagerado?. A la mañana siguiente, clamé: «Dios, dame una señal de que hice lo correcto». Mientras me colocaba un par de pantalones, encontré algo en el bolsillo. Lo extraje y, ¡sorpresa!, había 300 dólares. Fue en ese instante que comprendí que mi decisión había sido la correcta.

Algunas historías similares:

En ocasiones, mientras hago una limpieza y clasifico objetos que ya no utilizo, reúno un montón de cosas que luego dono a organizaciones de voluntariado. En una de esas jornadas, tuve la fortuna de revisar los bolsillos de una vieja chaqueta. ¡Sorprendentemente, encontré 500 dólares! Recordé que ese dinero era producto de una deuda que me habían pagado, lo había colocado en el bolsillo y lo había olvidado por completo.

En una tarde lluviosa, mientras caminaba del trabajo hacia la estación del metro, no dejaba de pensar: ¡Ojalá tuviera un paraguas!. Llegué al metro, abordé el vagón y al buscar un asiento, allí estaba… ¡un paraguas! Interrogué a los presentes, pero no pude dar con el dueño. Descendí del metro con mi inesperado hallazgo y lo dejé en un asiento de autobús con una nota que decía «Paraguas de servicio».

Hace ya cerca de quince años, mi hija y yo nos topamos con una cartera en el área de juegos de nuestro edificio. Al revisar su contenido, descubrimos que albergaba más de 2,000 dólares. Decidimos colocar anuncios en todas las entradas del edificio y, hacia la noche, dimos con el dueño, un contratista que había perdido el adelanto para su brigada. Rebosante de gratitud, me obsequió 100 dólares como muestra de agradecimiento.

 

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