La princesa Leonor destaca por haber heredado la belleza natural de su madre, Letizia, antes de sus intervenciones estéticas, así como los rasgos nórdicos característicos de la monarquía Borbón.
Reconocida como la nieta más fotogénica y simétrica de Juan Carlos, la heredera al trono español sobresale por su elegancia y atractivo físico. El cambio físico de Leonor se hace evidente en su mandíbula, reflejo de una evolución notable.
A sus rasgos clásicos de belleza —cabello rubio, ojos azules, estatura alta, figura esbelta y movimientos gráciles— se suman una educación impecable y una actitud regia que la distinguen entre los nietos del rey emérito.
Su formación en el Ejército no solo moldeó su carácter, sino también su apariencia, transformándola de la joven que regresó de Gales hace un año a la figura actual en la Marina.
Este cambio físico no solo se debe a la dieta, el ejercicio o la disciplina militar, sino también a la madurez propia de sus casi 19 años. Especialistas han analizado su rostro, destacando una mandíbula más definida, símbolo de fuerza mental y física, y una mayor seguridad en su porte.
Según expertos, su postura, gestos más amplios y movimientos contenidos refuerzan su imagen como figura militar y líder preparada. Otro cambio visible es la forma de su nariz, ahora más cerrada, lo que los especialistas interpretan como una adaptación emocional, un mecanismo de protección desarrollado en el último año.
Su sonrisa también evolucionó gracias a tratamientos odontológicos que corrigieron un problema genético que afectaba el desarrollo completo de su dentadura, perfeccionando aún más su imagen.